viernes, 28 de enero de 2022

Vacunación infantil contra el SARS-CoV-2

A fecha de 29/01/2022.

Actualmente, en la UE se dispone de dos vacunas para su uso en niños, ambas basadas en ácidos nucleicos. Se distinguen los siguientes grupos de edad:
  1. Vacunas para niños a partir de 12 años. Se pueden usar las vacunas Comirnaty (Pfizer & BioNTech) y Spikevax (Moderna). La dosis (30 microgramos) es igual a la que se administra a los adultos, así como el número de inyecciones (dos) y el intervalo entre ellas (3 semanas para Comirnaty y 4 para Spikevax).
  2. Niños de 5 a 11 años. Para este grupo, sólo está disponible la vacuna Comirnaty, en pauta de 2 dosis con 8 semanas de intervalo entre ellas (el intervalo mínimo son 21 días). La dosis a administrar es de 10 microgramos, o sea, un tercio de la administrada al grupo anterior y a adultos. Actualmente, Moderna también ha solicitado a la Agencia Europea del Medicamento (EMA) la autorización de su vacuna para esta franja de edad.
  3. Menores de 5 años. En estudio.

Fuentes principales: AEP, Comité asesor de vacunas

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jueves, 13 de enero de 2022

Síndrome del niño sacudido


O SBS, por sus siglas en inglés (shaken baby syndrome), es una forma de maltrato físico infantil caracterizado por un conjunto de lesiones que suele incluir la presencia de hematoma subdural, hemorragia subaracnoidea, edema cerebral difuso y/o hemorragias retinianas. También pueden causar lesiones cervicales, medulares y del tronco de encéfalo, llegando a dejar graves secuelas en el SNC sin que el niño presente traumatismos externos visibles.

El mecanismo de acción consiste en el choque del cerebro contra las paredes del cráneo, debido a las fuerzas inerciales de aceleración/desaceleración cuando el niño es agarrado por los hombros y sacudido. Como sabemos, en el niño pequeño existe una gran desproporción entre el tamaño de la cabeza con el resto del cuerpo y cuenta, además, con un tono muscular cervical insuficiente para soportar tales oscilaciones.

Descrito por vez primera por el radiólogo infantil J. Caffey en 1972, es una de las causas más frecuentes de traumatismos craneoencefálicos graves en niños menores de tres años y, especialmente, en lactantes.

En la mayoría de los casos, están presentes algunos factores de riesgo extrínsecos, como son la existencia de padres muy jóvenes, una mala situación socioeconómica y/o laboral, alcoholismo, drogadicción o una familia desestructurada. Las personas que cometen el maltrato, suelen ser los padres, sus compañeros sentimentales y los cuidadores.

DIAGNÓSTICO

El cuadro clínico que pueden presentar estos pacientes en la fase aguda es muy variable, pero son habituales las crisis convulsivas, irritabilidad o letargia, alteraciones del tono muscular, vómitos, alteración o pérdida de la consciencia e incluso trastornos respiratorios que pueden desembocar en apnea. De forma diferida, suelen aparecer hematomas periorbitarios y retroauriculares.

Ante signos tan inespecíficos, este diagnóstico siempre deberá plantearse ante un lactante con hematoma subdural en ausencia de un traumatismo cráneo-encefálico importante o con una patología de base ya conocida.

PRUEBAS DE APOYO

Estudios diagnósticos por imagen: ecografía transfontanelar, tomografía axial computerizada (TAC) o resonancia magnética (RM).
 
La neurorradiología suele desvelar desde el primer momento, los signos ocultos de un traumatismo en un lactante maltratado, como la fractura de algún hueso del cráneo, las vértebras o las costillas.
 
Tener en cuenta que pequeñas hemorragias subdurales muy localizadas, que en un primer momento pueden pasar desapercibidas, pueden evolucionar al cabo de unas horas o días, provocando un aumento de la PIC por la compresión de los hemisferios cerebrales.
 
El LCR puede ser sanguinolento como consecuencia de las hemorragias subdurales, aunque esto no suele ocurrir siempre ni durante las primeras horas tras la sacudida.
 
Los estudios oftalmológicos son imprescindibles desde el primer momento, ya que las hemorragias retinianas están presentes en el 80% de los casos graves.
 
El electroencefalograma (EEG) manifestará un ritmo de base lento y deprimido producto del sufrimiento cerebral, así como la presencia de anomalías paroxísticas* cuando el paciente evolucione hacia una crisis epiléptica.

SECUELAS NEUROLÓGICAS

En resumen, el pronóstico de los supervivientes a largo plazo es muy pobre, ya que suele acompañarse de un alto índice de discapacidades y secuelas, tales como déficit neurológico, retraso mental, parálisis cerebral y epilepsia. En algunos casos, se han observado comportamientos autistas y un aumento de la gliosis**.
 

(*) Manifestación clínica de aparición brusca y duración breve.
(**) Excesiva generación de células gliales o de mayor tamaño.