martes, 10 de marzo de 2015

La valoración del recién nacido y el lactante.


A la hora de valorar al niño, debemos tener en cuenta una gran cantidad de diferencias anatomofisiológicas que hacen que éste no sea un “adulto pequeño”.

SISTEMA CARDIOVASCULAR

Los niños tienen menor presión arterial, debido a su baja resistencia arterial periférica. Este hecho hace que también tengan una mayor F.C. que asegura una correcta perfusión de sus órganos y tejidos.

Su volumen sanguíneo total es muy pequeño; la pérdida de una pequeña cantidad de sangre, conlleva una gran repercusión hemodinámica.

Asimismo, poseen una gran capacidad de respuesta compensatoria ante pérdidas de volumen, por lo que sus síntomas típicos (taquicardia e hipotensión), no se manifiestan hasta que dicha pérdida está en torno al 40 %.

Los órganos torácicos (y abdominales), se concentran en un espacio muy reducido, existiendo mayor riesgo de afectación multiorgánica en caso de traumatismo.

Mayor dificultar para canalizar un acceso venoso, debido al calibre de sus venas y a su tejido adiposo. Contemplar el uso de la vía intraósea en situaciones críticas.


APARATO RESPIRATORIO

Mayor frecuencia respiratoria, debido a su menor superficie alveolar y un mayor metabolismo basal que aumenta la demanda de O2.

Su musculatura respiratoria (s.t. intercostales) no está desarrollada, por lo que se agotan rápidamente.

Los niños realizan una respiración abdominal; por tanto, no comprimir el abdomen para no disminuir su capacidad pulmonar.

Los lactantes respiran por la nariz por unos orificios nasales proporcionalmente muy pequeños. Valorar siempre la presencia de secreciones nasales que dificulten la respiración. En el sondaje gástrico, usar la vía orogástrica.

Su boca es más pequeña y la lengua más grande. Esto implica mayor riesgo de obstrucción de la epiglotis anterior en caso de inconsciencia. No colocar el Guedel girándolo sobre el paladar blando como en el adulto. Se hará suavemente y usando un depresor lingual.

Su laringe está más adelantada. A la hora de permeabilizar la V.A., colocar la cabeza en posición neutra, ya que una hiperextensión produciría un bloqueo al paso del aire.

La tráquea del niño tiene menor calibre, por lo que cualquier cuerpo extraño, conlleva un gran riesgo de asfixia.

SISTEMA DIGESTIVO
 

Poseen una reducida capacidad gástrica, que, unida a un peristaltismo intestinal muy rápido, hace que tengan que alimentarse con más frecuencia. También tienen mayor número de deposiciones.

Asimismo, su metabolismo basal es mayor, requiriendo mayor aporte de nutrientes y O2.


S. URINARIO

Su orina es más diluída, de color más claro y tienen menor continencia urinaria debido al tamaño de su vejiga.

Sus riñones son proporcionalmente más grandes que los del adulto, y por tanto, más frágiles ante un traumatismo.


APARATO OSTEOARTICULAR

Los huesos de los niños son más flexibles debido a su menor mineralización y mayor proporción de cartílago. Esto hace que las fracturas óseas sean poco frecuentes.

Sus costillas también son muy elásticas; una contusión fuerte puede ocasionar traumatismos en órganos torácicos sin provocar fracturas costales.

La parrilla costal es más corta e inclinada y la musculatura abdominal menos desarrollada. Esto conlleva que las vísceras abdominales están menos protegidas ante un traumatismo.

OTROS

En la valoración neurológica debe tenerse en cuenta su edad, etapa evolutiva y su estado de salud. Casi todos los reflejos primitivos desaparecen hacia el año de vida.

Las pérdidas de calor y el riesgo de hipotermia es inversamente proporcional a la edad del niño por inmadurez de su sistema termorregulador y menor reserva energética. La demanda de O2 aumenta con la baja temperatura; lo que obliga a adoptar medidas físicas para calentarlo durante la RCP.

Del mismo modo, también tienen un mayor riesgo de deshidratación e hipertermia debido a su termolabilidad y su gran superficie de piel en relación con su masa.


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