domingo, 1 de marzo de 2015

El traumatismo en la embarazada.


La fisiopatología de una mujer gestante que ha sufrido un traumatismo es diferente a causa de los cambios fisiológicos propios del embarazo y por la necesidad de atender a un segundo paciente: el feto.

Resumiendo, los principales cambios anatomofisiológicos a tener en cuenta en una embarazada, son:
  • Las presiones arteriales disminuyen por redistribución vascular.
  • Mayor frecuencia cardiaca. Debemos tener precaución en la interpretación de la taquicardia como signo de hipovolemia. Considerar como taquicardia una frecuencia mayor a 100 lpm.
  • Compresión de la vena cava inferior a partir de la semana 20. Trasladar a la paciente en decúbito supino con ateralización izquierda.
  • Cambio electrocardiográficos. Desviación del eje hacía la izquierda.
  • En presencia de hemorragia, la embarazada dispone de un mayor volumen sanguíneo, lo que le permite mantener los signos vitales durante un periodo más prolongado. La FC y la TA se pueden mantener en niveles normales hasta el momento de entrar en fracaso hemodinámico severo, pero no así el feto.
  • Anemia fisiológica. A pesar del aumento de volumen circulante, el hematocrito no aumenta en la misma proporción, por lo que la anemia por hemodilución es un dato analítico normal.
  • Los factores de coagulación aumentan. Lo que ocasiona mayor coagulabilidad que, junto con el éstasis venoso al final del embarazo, hacen que tenga un mayor riesgo de trombosis venosa.
  • Menor capacidad pulmonar por elevación diafragmática: disminución de la tolerancia a la apnea y la hipoxia.
  • Mayor pérdida renal de bicarbonato, por lo que la acidosis se instaura con mayor rapidez.
  • Desplazamiento caudo-cefálico de las vísceras abdominales e intestino, con menor incidencia de lesiones intestinales y mayor riesgo de traumatismo uterino (con hemorragias muy profusas).
  • Desplazamiento de la vejiga. En el 3º trimestre la vejiga se distiende convirtiéndose en un órgano abdominal, con el consiguiente aumento del riesgo de lesiones y rotura.

(*) Un útero al final del embarazo consume un 30% del gasto cardíaco de la gestante (frente a un 2% del útero no grávido), lo que explica la rapidez de instauración de la PCR en una gestante hipóxica.


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